#15 — Incomodidad contemporánea

“En ese acallar del intelecto la mirada se transforma: bajo la tiranía del lenguaje todo es estéril y desértico. Desde esta serena contemplación, cada representación de la aparente realidad es captada como una temblorosa resonancia. (…) Los objetos están vivos. Todas las cosas emanan significado”, escribió en su libro, El Secreto de las Musas (Editorial Dos Fuerzas, 2006), Nahuel Vecino (Argentina, 1977). Entre esas líneas se puede comprender toda su obra, una obra que, a su vez, comprende la historia del arte universal y se regodea de “argentinismos”.
La soledad, el momento presente e íntimo, quizás un silencio interior que, al fin, en pleno mundo moderno, encuentra su forma para suceder y transformar(nos), figuran la esencia de sus personajes.
Con influencias y guiños que abarcan desde Platón hasta David Lynch, pasando por Caravaggio, Balthus, Santoro o Berni, desde Eluard a Hölderlin, pasando por el expresionismo de Byung Chul Han y Herzog, las piezas de Nahuel nos renuevan la mirada sobre los clásicos que adoramos, Rubens, Migel Ángel o Fragonard, entre otros.
Sus hombres y mujeres parecen salidos del Coliseo romano, pero están vestidos con ropas deportivas, y algo similar ocurre con los desnudos, que aparecen urbanizados, despojados, retrofuturistas o costumbristas, y a veces conviven con animales, otras se confunden con la naturaleza, incluso, con la naturaleza de las cosas.
Mientras que todo está sucediendo en un coqueteo mitológico que nunca deja de ser sensual, en sus personajes está lo vital y existencial, pero también el lugar que le permitimos a nuestra fantasía. Esa profundidad que cada pieza nos trae habla, a su vez, de lo que es el arte, que, en definitiva, siempre se trata de la vida y de cómo uno se para frente a las posibilidades de su tiempo.
Concluir en que Nahuel Vecino desentona en el arte contemporáneo es una obviedad, pero a la vez es imposible no celebrarlo citando a Lucian Freud: “el arte debe incomodar”. Lejos de la infantilización moderna, la ansiedad desordenada, la frustración mal canalizada y narcisista, el artista encuentra en el cruce de siglos, culturas, paisajes, climas, fisonomías y tendencias su fuerza creativa, la madura visión de componer un rompecabezas que se conforma de tiempos y espacios, como una trampa a la matrix que nos recuerda lo obvio: tenemos raíces, y no todo lo pasado es peor, quizás sea necesario discernir y retomar un punto original, renacentista. Lo incómodo, entonces, es rotundo: ese punto nunca está afuera de uno.