#16 — Odisea en el futuro presente

“Siempre hubo una percepción del futuro demasiado espacial”, reflexiona Scott Listfield (Boston, 1976) antes de concluir que “el 2001 no cumplió las expectativas en muchos aspectos”. Sin embargo, entiende que el presente se revela “muy inusual y particularmente extraño en su ubicuidad” para esas generaciones de los años ‘60/70 que flashearon con Odisea, entre otras tantas.
Ese diálogo de épocas no es ocasional, es, probablemente, común en todos los que vivimos, mínimo, la mitad de nuestra vida en el siglo XX. Y su obra es un fiel reflejo de esa sensación, del retrofuturismo palpitado por nuestros padres, de nuestra adolescencia mirando MTV y de las nuevas generaciones naciendo con el touch como una reacción anatómica más.
En su trabajo no hay pistas temporales específicas, al menos en su gran mayoría, y más allá de poner a convivir las estéticas representativas de los últimos 60 años, desde la propagandística baby boomer hasta la visión instagrameada, así como también una colección de guiños y homenajes memorables, se percibe en el total de su obra un clima post-apocalíptico, y esa es su clave magnética: lo post-apocalíptico no necesariamente está varias décadas por delante nuestro, al contrario, incluso no aparece como algo predictivo ni mucho menos alentador de un mañana superador.
Listfield, a través de su único protagonista, un astronauta que coquetea entre ser un observador pasivo y, a la vez, un guía de viaje para nosotros, rompe la idea histórica de creer que el futuro está “allá lejos y afuera” y nos trae un futuro que sucede todo el tiempo, omnipresente pero no sagrado, o sea, humano, demasiado humano.
El único plano ilusorio queda, entonces, para cada uno de nosotros, quienes definiremos si ese futuro es un lugar, una instancia a la cual llegar, o, simplemente, un estado mental que a veces funciona para celebrar la nostalgia y lo que todavía nos despierta la piel, pero otras, y tal vez en su gran mayoría, como un reflejo incómodo, como una visión que acierta la desesperanza junto a una voz interior que nos susurra que sí, que todo pasa, pero ese pasar no nos es inmune. Entonces, ¿qué hacemos con eso, cómo nos paramos frente a nuestro propio resto de pasadopresentefuturo?