#6 — Reivindicación de la pulsión

Visión y anatomía gótica, esoterismo, oscurantismo goyesco y drama medieval -despojado de aquella religiosidad y abrazando lo anárquico- definen la obra de Aleksandra Waliszewska, una polaca de 42 años que irrumpió en el arte contemporáneo para vomitarle todo lo que le incomoda al espíritu pop de la época: la pulsión en todas sus formas.

Aleksandra pinta emociones extremas y no las moraliza ni las carga de ironía; su cuota surreal y/o mitológica es un guiño a los grandes pintores, no un simbolismo para decirnos algo más allá de lo que vemos. De hecho, esto mismo le reclama a curadores y críticos: “Racionalizan mi obra para justificar lo que ven. Vivimos en una época en la que se piensa demasiado, pero es un pensamiento especulativo y cómodo, que no se deja apretar por los márgenes. La comodidad y la especulación son bastante enemigas del arte, por eso el arte contemporáneo se vuelve predecible, frío, aburrido”.

Mientras que la estrella de la época son los verbos imperativos en formato motivacional, Waliszewska nos recuerda que la vida es una cuenta regresiva, que en cada decisión que tomamos hay un cambio de estado, que toda vinculación es inevitablemente invasiva y transformadora, que el silencio es otra manera de decir, que hay respuestas que nunca cierran, y tanto más. En definitiva nos recuerda que el vacío y el impulso viven en nosotros, y eso también somos por más autocensura, precauciones, anestesias diversas y estadías de control intentemos imponer.

Sus piezas, entonces, rompen con la normativa moderna a la que se intenta exponer la vivencia y dan rienda suelta al elemento subversivo menos pensado: el pesimismo, pero no un pesimismo pasivo, sino que es un pesimismo vital, un pesimismo que nos recuerda que el cuerpo es una frontera entre nosotros y el mundo exterior; por eso también es que lo personal es político, y por eso es que para que sea político antes tiene que ser necesariamente personal. O, parafraseando a Bruce Lee desde su Tao, el problema no es la desesperación, es cómo la dirigimos, cómo la organizamos, pero que nunca nos falte la desesperación mientras estemos vivos.