#35 — Guardianas

Andy Freeberg nació en NY y supo desde chico que quería ser fotógrafo. En realidad, supo desde chico que todo lo que le contaban solía ignorar lo que más le atraía a él cuando podía verlo con sus propios ojos, y creyó que una buena manera de atrapar esa otra parte, que él creía “prohibida”, sería a través de una cámara.
Cuando creció y vio que no había tal cosa prohibida, más bien había (y hay, claro) diferentes formas de mirar y contar, lejos estuvo el romance de romperse; fue en ese tiempo que confirmó que la fotografía, además de ser una gran aliada, es una brújula de sentidos, una guía intuitiva y sensible para poder elegir el ángulo propio desde el cual uno prefiere ser testigo para luego dar testimonio.
A Freeberg le interesa registrar todo lo que ocurre alrededor del arte, “todo lo que lo mantiene vivo, pero también todo lo que atenta”, por eso va tras los pasos de sus colegas para verlos interactuar con las personas y sus obras, los dealers tratando de hacer sus negocios, los dueños de las galerías, los coleccionistas, etcétera. Le interesa capturar ese instante en el que cada uno se desconecta del personaje que públicamente plantean y/o representan.
Todo esto lo posicionó como un artista bastante irreverente y autor de una poesía que configura suspenso y audacia. Sin embargo, su serie más famosa y multipremiada es una serie que está más cerca de la ternura y reflexión que de la disrupción.
Se trata de Guardianas, fotografías de mujeres rusas que cuidan las salas de los museos: “Creo que son fotos que captan una realidad que es tan fácil de ver que se nos pasa, porque cuando mirás las pinturas y las esculturas, la presencia de esas mujeres se convierte en una parte inherente de la visualización de la obra de arte en sí misma”.
En una de las premiaciones declaró que fue el proyecto que más lo transformó y recordó que “En el Museo Estatal Tretyakov una me contó que en sus días libres va igual para sentarse frente a una pintura que le recuerda a su infancia, porque cuando está de guardia, por más que esté sentada ahí mismo, no puede relacionarse con la obra aunque la esté mirando todo el tiempo”. Quizás lo más hermoso que tenga esta serie es justamente eso, cómo desde la sutileza le da un lugar protagonista al entramado cultural, que tantas veces, por no decir casi siempre, es leído de manera elitista, conservadora y figurativa en los objetos y no en los efectos del arte.