#27 — No decir también es decir

Afarin Sajedi (Irán, 1979) pinta mayoritariamente retratos femeninos que no necesitan mucho más que un primer plano directo para empujarnos a una profundidad inquietante.
“Cuando pinto mis retratos y estoy trabajando en los detalles los pienso de una manera muy similar a cómo funcionarían esos planos en el cine, donde el público puede aprender sobre los estados internos y las emociones del personaje en ese momento específico que los mira”, explicó alguna vez.
Interesada especialmente en explorar y desarrollar “las fuerzas primarias del ideario femenino”, que para ella son los sueños y las diferentes nociones de sentirse “en paz”, lo que hace potente al trabajo de Sajedi es su no reparo ni condescendencia con la brutalidad emocional, o sea, no romantiza ni infantiliza el asunto en cuestión que es tener un cuerpo (que nunca es uno solo) y, desde ahí, concluye en piezas enfáticamente expresivas y poseídas por esa expresividad.
Entre rostros emotivos y miradas o posturas sostenidas, siempre bajo un halo de agresividad y de tensión precisa, la iraní logra crear un vínculo directo entre sus mujeres y quien las observa, como si hubiera un secreto que ellas saben de nosotros o una sensación en ellas que -al ser percibida por nosotros- nos es totalmente familiar. La artista se atreve a lo que pocos se atreve: pone al observador en un lugar de nula pasividad, lo carga de responsabilidad empezando por la exigencia emocional e intelectual de tener que registrar una situación. Esa posición también es de nula pasividad porque nos empuja a la propia revisión.
A pesar de todas las capas de intensidad que guarda cada imagen, también hay una narrativa de fe, como si en la mirada correspondida que se construye al detenernos a mirarlas haya un primer movimiento, un reconocimiento de piel, una sensación de tranquilidad que no necesariamente trae calma pero sí libera ese instante de alineación -tan necesario y tan vital- que es no tener que poner en palabras algo que ya está dicho claramente desde otras muchas formas. En definitiva, es un problema del narcisismo o del mal lector, la mayoría de las veces son lo mismo, creer que en el no decir nada no hay una conversación que abre, cierra o rechaza demandas, preguntas, expectativas ajenas. Y no tengo dudas de que es esta misma la gran razón de porqué elige mujeres para recordárnoslo a todos.