#23 — Gozar es tan necesario, mi amor

Apollonia Saintclair juega a contrastar los límites de lo perverso y lo suave, de lo fantástico y de lo real.
En la gran mayoría de sus ilustraciones lo femenino es central y, por lo general, está en plena interacción con el espacio que lo rodea. La “otredad” se presenta como animal, naturaleza, objeto, hombre o mujer, pero, sobre todo, la acción aparece en un plan de autoexploración total sin domesticar lo que acontece.
“Las fantasías femeninas son eminentemente complejas y, por lo tanto, eminentemente interesantes de representar”, explica su narrativa. Por eso, el gran protagonista de su obra es el placer en sí mismo y su erosión urbana, visibilizándolo, volviéndolo un hábito más.
¿Será que las igualdades vienen de la mano del goce y la diferenciación indispensable emerge del deseo? El cuerpo tiene la última palabra. Y sin caer en esencialismos, el placer y el deseo aparecen sin interferencias moralistas ni con tendencias sacras.
Desde un trazo firme, por lo general sin colores, con una estética simple y una técnica que cabalga el espíritu del cómic, que coquetea con lo pulp y saborea la pornografía, las criaturas de Apollonia salen agraciadas a la ciudad sabiendo que en su pulsión está el destino (o el destino es su pulsión).
Su narrativa también nos recuerda cómo lo íntimo no implica de por sí privacidad, ni viceversa, y cómo esto se volvió una realidad caótica en esta época en la que alimentamos un círculo de exposición con límites que se van corriendo de manera emocional, intuitiva, caprichosa e inevitablemente mercantilista.
Con Moebius y Milo Manara como principales faros, genios y figuras de la ilustración erótica, sus dibujos también denotan grandes influencias literarias estimuladas por Anaïs Nin, Henry Miller, Marqués de Sade y, claro que sí, Apollinaire.
Su mega éxito es una radiografía perfecta del concepto pop y contemporáneo, 100% fundado en el potencial de internet: obras viralizadas de a miles en cuestión de segundos, venta directa de sus piezas y libros con llegada a todo el mundo, y catarata de censuras constante que jamás detienen el dibujo. Es que nadie puede detener al cuerpo.