#21 — ¿Qué es lo último que dirías al mundo?

“Ya nunca se atreverá a hablar para no sentir más el horror de las palabras que no salen, porque no tienen dónde ni hacia dónde salir. Ya no hay lugar: la muerte es una duración sin sitios, los lugares son simultaneidades fijas y ese horror a las palabras sin materia es lo que siempre le impedirá hablar: la muerte es suspender el riesgo de todas las palabras que nunca se podrán decir”
Restos Diurnos / Fogwill

# The most beautiful suicide
1947. Se llamaba Evelyn McHale y tomó la decisión de suicidarse después de dejar a su novio. Pasó a la historia como The most beautiful suicide.
Evelyn decidió tirarse del Empire State a 86 pisos de altura. Cayó como durmiendo sobre un coche.
Robert Wiles, estudiante de fotografía por ese entonces, escuchó el impacto, se acercó y sacó la foto que luego publicó LIFE dedicándole una página entera.
Fue cremada, tal como pedía en su carta de despedida:
“No quiero que nadie dentro o fuera de mi familia vea alguna parte de mí. ¿Podrían destruir mi cuerpo cremándolo? Les ruego que no me hagan ningún funeral o ningún tipo de ceremonia.
Mi novio me pidió casarnos en junio. No creo que pueda ser una buena esposa para nadie. Él estará mucho mejor sin mí.
Díganle a mi padre que tengo muchas de las tendencias de mi madre”.
El sonido de la caída parece resonar con todo el potencial y peso del cuerpo en esa última oración.
Tenía 23 años.

# La temporada de fútbol ha acabado
“Nadie nos está robando nuestras libertades, nos estamos deshaciendo de ellas. Ese es el lado oscuro del sueño americano” le dijo Hunter S. Thompson sobre el libre albedrío a Tim Mohr. El encuentro fue dos meses antes de suicidarse en el marco de una trabajo en conjunto que harían para Playboy.
Thompson escribió su carta suicida y le puso título. La llamó La temporada de fútbol ha acabado, y decía: “No más juegos. No más bombas. No más paseos. No más diversión. No más nadar. 67 años. Han pasado 17 de los 50. Son 17 años más de los que yo quería o necesitaba. Aburrido. Estoy siempre insoportable. No soy divertido para nadie.
Te estás volviendo codicioso. Compórtate de acuerdo con tu avanzada edad. Relájate, no te va a doler”.
Tenía una herida profunda en la espalda, una fractura en la pierna, cirugías en la cadera y una infección en los pulmones: todas molestias tremendas, pero ninguna mortal. Esa no mortalidad la resolvió él mismo con una 45, disparándose en su casa de Colorado un 20 de febrero. En alguno de esos encuentros, también le había dicho a Mohr “decidís quién sos según lo que haces”.

# La música se deja oír. No cesa nunca*
Yukio Mishima supo ser uno de los defensores más acérrimos de la figura imperial japonesa, del emperador como auténtico Dios. La pasión y el espíritu animal con el que vivió y escribió nunca se presentaron de manera independiente a su ideología y a su formación militar.
Harto emocional e intelectualmente, desilusionado por la pasividad de sus colegas y enfrentado prácticamente a todo el escenario cultural japonés de la posguerra, en 1968 funda Tatenokai (La Sociedad del Escudo), una milicia privada que sería financiada por él mismo, estructurada en el tradicionalismo samurái y conformada mayoritariamente por estudiantes conservadores y nacionalistas, practicantes de artes marciales y estudiosos de diferentes disciplinas físicas.
Mishima no concebía la idea de un Japón occidentalizado y con un emperador disminuido, situación que coronaba la hostilidad de los tiempos luego de perder la guerra, de estar en plena convivencia con el enemigo y de las dos históricas bombas.
El 25 de noviembre de 1970, junto a cuatro jóvenes de su sociedad, Mishima secuestra al jefe de las Fuerzas de Autodefensa Japonesa, el general Mashita, y convoca a los soldados a escuchar un manifiesto que despreciaba la occidentalización, pero, además, los arengaba para que tomen las armas y devuelvan al emperador a su legítimo lugar. Durante más de media hora Mishima leyó sus razones e intentó convencer a un ejército que lo ignoró por completo.
“Me hallo al borde del momento de mi vida en que todas las patas de la mesa han desaparecido. Estoy agotado”, dijo en la que se convirtió en su última entrevista realizada por un “enemigo íntimo” de sus ideas, el crítico literario Takashi Furubayashi. A él también le dijo “si verdaderamente mi lógica no se sostuviera en una experiencia original, si simplemente flotara en el aire, mi estética sería una gran mentira (…) A mi parecer, vivir sin hacer nada, envejecer lentamente es una agonía, es desgarrarse el propio cuerpo. Todo esto me ha llevado a pensar que, como artista que soy, debo tomar una decisión”.
La decisión se convirtió en acción frente a la indiferencia de los soldados. Mishima, entonces, le dio el toque final a su obra: se suicidó mediante el ritual del seppuku, que consiste en clavarse un puñal en el vientre de izquierda a derecha para ser posteriormente decapitado. Lo hizo como “reproche al Ejército japonés por relegar al olvido a la Institución Imperial; y al pueblo japonés por dejarse embaucar por la sociedad de consumo olvidando las antiguas tradiciones que conforman el núcleo de su identidad como individuos y como pueblo”
Tenía 45 años y no necesitaba agregar mucho a todo lo que ya había hecho y dicho: dejaba 257 obras (incluyendo 18 obras de teatro y una película) y, por lo menos, 5 últimos años en los que cada paso que dio lo hizo pensando en este final como una bandera de lo que él mismo sentía, “belleza, erotismo y muerte se hallan en la misma línea”, y como una alternativa de escape a lo que preveía con desprecio, “ya no tendremos autores que lleven dentro de su cuerpo la lengua de nuestros clásicos. El futuro será del internacionalismo”.

*cita de su libro Música (1965)