#9 — Nacido para popular

Carlos Nine (Haedo, Bs. As. / 1944–2016) se definía como un trabajador. Formado en Bellas Artes y con título de Maestro en Artes Visuales, le gustaba hablar -lejos de toda pretensión- de dibujar, por más que sus técnicas y sus obras integraran a la perfección todas las posibilidades plásticas.
Se reía del arte aspiracional, del arte hambriento de prestigio y aristocracia (“la única galería en la que me interesa exponer es en el quiosco”), y esquivaba la demagogia (“mi trabajo disfruta y padece de la misma singularidad que mi tierra. No nací de un repollo, soy el resultado de esta cultura particular. Soy tan original o detestable como mi país, y me hago cargo de esa amorosa responsabilidad”).
Fue un gran admirador de Goya, Velázquez, Monet, entre otros, y tuvo como gran maestro a Alberto Breccia; sin embargo, cuando tenía que hablar de sus influencias volvía a su infancia y a las raíces culturales, desde el recuerdo de estar horas mirando las ilustraciones de la vieja Caras & Caretas hasta la dinámica del barrio: “aquel mundo de la peluquería, del cine antiguo, de aquellos bailes bravos en Haedo o Morón a los que acompañaba a mi viejo cuando iba a tocar con su orquesta los fines de semana”.
Sus obras fueron estrella de las revistas Humor y Fierro, entre otras tantas publicaciones alrededor de los diarios y revistas más destacadas del mundo, sólo que estas dos eran sus favoritas. Ilustró los libros más importantes de la literatura universal, entre ellos a Shakespeare y a Cervantes. Fue un mimado absoluto en Francia, donde publicó más de veinte libros, ilustró otros tantos, copó revistas y diarios, y recibió el premio más importante de la historieta (“No puedo dejar de pensar en qué es lo que entenderán los franceses de lo que yo hago. Porque, ¿cuál es la materia que uno exporta? Son un montón de chifladuras”).
Para el 2007, en el marco del Festival de Cine Independiente en la Biblioteca Nacional sorprendió a todos rescatando de su baúl la filmación Marcha sobre Ezeiza, un documental único registrado en su cámara Súper 8 desde el corazón de la multitud que el 17 de noviembre de 1972 fue a recibir a Perón. “Me parece que hay que poner toda la voluntad como espectador porque es de una tosquedad insoportable. La estrenamos en un cine en el ’73 después de una película de Pino Solanas” contaba en una entrevista a Página 12 hace más de una década.
Escultor, pintor y dibujante, siendo la historieta y la gráfica popular sus campos favoritos (“siempre quise llegar ahí”), es considerado el ilustrador argentino por excelencia, y esa excelencia se basa en la visión y comprensión cultural que tenía y cómo la volcaba generosamente en lo que hacía: “Tomo todas estas disciplinas en un sentido horizontal, democrático. En un sentido realista y práctico, nosotros somos simplemente trabajadores de la imagen, y ahí entra todo (…) Una cultura tan marcada por la inmigración como la nuestra deja siempre intersticios por donde circulan ráfagas de aire muy parecidas a la creatividad, ya que las piezas nunca terminan de acomodarse y están en perpetuo movimiento. Esta situación, muy parecida al caos, es también una gran influencia, y yo le debo mucho porque provengo de ahí. La libertad nunca es tranquila, se mueve”.