Juan Ortelli fue un tipo fuera de serie. Un tipo que hizo grande al periodismo porque el periodismo le quedaba chiquitísimo.

Siempre dije muerta antes que escribir en la Rolling Stone, así que me lo perdí como editor. Lejos de ofenderse, se reía. Se ofenden los que no quieren colegas, quieren devotos. Juan respondía con periodismo porque tenía un plan, un propósito a flor de piel. El oficio en el cuerpo pero también en la mente y en la disciplina, porque no alcanza solo con la pasión ni las buenas intenciones. Juan siempre respondía con periodismo y escucharlo hablar de periodismo te mostraba uno que solo existía en él, por él, desde él.

Lo conocí por cómo seguía de cerca la carrera de Lucas Martí y buscaba, desde ya antes de ser editor, la forma de darle espacio a las fechas, reseñas, entrevistas. Era muy fan de Masu así que compartíamos también eso. Pero claramente fue el hip hop lo que nos mantuvo siempre en la misma charla, el hip hop de allá, el de acá, el de todos lados, el de todas las formas, el que estaba por venir. Porque siempre estaba viendo lo que estaba por venir. Como el buen tipo que no vive de mirarse al ombligo.

Gran crítico, desprejuiciado, cero complaciente, lejos de la peligrosidad de los que no creen en nada, lejos de los comportamientos cínicos de la época. Jugado (¡ah, cada vez menos valientes en este mundo!) y curioso, sentimental, respetuoso y profundamente atento a lo que pasa x los costados. Una atención sensible que le permitía no solo llegar antes, que en la retrotopía que vivimos no es para nada menor, sino (más aún) llegar al corazón de las cosas y mejorarlas, empujarlas a otro nivel. Juan es de lo mejor porque quería que otros sean mejores y trabajaba para eso: para mejorarlo todo y a todos. Me emociona mucho que nadie se guarde nada y todo lo que está en el aire es la gratitud, la admiración y el amor que sembró. Respeten los rangos: ho visto Juan Ortelli.

Estás acá, y seguirás estando.